No había nada especial en el aire de Filadelfia que advirtiera lo que sucedería en aquel 22 de febrero de 2001. Era un día más en la vida, en el sueño cumplido, de Juan Ignacio Sánchez. Pepe, hijo de una Bahía Blanca en donde el básquet es una religión, tiraba al aro junto a sus hermanos en el gimnasio donde entrenaban sus Sixers en una mañana poco extraordinaria.
Prodigio desde la cuna, era uno de los tres nombres, junto a Manu Ginóbili y Alejandro Montecchia, que los sabios de bar de su ciudad proyectaban como el futuro de la selección nacional. Después de sus primeras aventuras en la Liga Nacional argentina, dos campañas con Deportivo Roca de Río Negro y Estudiantes de su Bahía natal, Sánchez tomó una decisión inédita: con 18 años, apenas un bolso de ropa y sin saber hablar inglés, vendió su auto e invirtió el dinero en un ticket con destino final a Filadelfia para enrolarse en la Universidad de Temple.
La NBA era una utopía para los jugadores argentinos. Hasta entonces, los integrantes de las selecciones nacionales aprovechaban los enfrentamientos ante Estados Unidos para sacarse fotos con las estrellas y los acercamientos con la liga más espectacular del planeta habían sido espasmódicos y frustrantes. Para Pepe, ese mundo inalcanzable formaba parte de una obsesión que había colgado, al igual que su amigo Manu, en las paredes de su cuarto en forma de posters que retrataban a Michael Jordan y a otros grandes protagonistas de los ochenta.
El mítico entrenador de la NCAA John Chaney y el ex Los Angeles Lakers Eddie Jones lo habían llamado por teléfono para seducirlo en la tarde del 31 de mayo de 1995. Sánchez editó su propio video, lo envió y su cerebral zurda, su control absoluto del juego y su artística elegancia enamoraron a los dos mitos que rápidamente le ofrecieron una beca. Su mudanza a Temple, a otro país, a otro idioma y a otra cultura, era su apuesta: vestir la camiseta de una Universidad suponía un escaparate para mostrarse ante los ojeadores y reclutadores de las franquicias que buscarían nutrir de juventud a sus equipos mediante las selecciones del draft.
El 4 de diciembre de 1996 hizo su presentación en la NCAA, el primero de los 116 encuentros que afrontó durante los siguientes cuatro años como capitán de los Owls. Fue el líder en robos de la Liga en la temporada 1997/98, el máximo asistidor en 1999/00 e ídolo de una Universidad en la que dejó una marca indeleble que dos décadas después lo catapultó al salón de la fama de Filadelfia.
Pese a su travesía universitaria, una lesión en el tobillo le impidió participar de los entrenamientos previos al Draft y su nombre no fue anunciado por el comisionado David Stern en la gala celebrada el 28 de junio de 2000 en el Target Center de Minnesota. Frustrado su desembarco, rubricó un vínculo con el Milano italiano que tenía una cláusula en caso de que apareciera una nueva oportunidad en Estados Unidos.
Philadelphia, que lo había visto de cerca en las prácticas en las que jugadores de Temple interpretaban el rol de sparrings ante sus estrellas, apostó por él en una operación frenética: Pepe fue a la Liga de Verano con el objetivo poco probable de ganarse un puesto en una nómina que ya tenía 15 contratos garantizados pero gracias a su contracción al trabajo, su constancia y su nivel convenció al entrenador Larry Brown, quien decidió cortar a Jermaine Jackson un día antes del inicio de la temporada.
Horas más tarde, Juan Ignacio Sánchez inmortalizó su figura en la historia como el primer argentino en jugar en la NBA, el 31 de octubre en el Madison Square Garden ante New York Knicks: repartió dos asistencias en los dos minutos y veintiocho segundos que estuvo sobre el parquet de La Meca del básquet. Sánchez había cumplido el sueño de millones de compatriotas y lo celebró comprándose una caja de bombones que degustó en la soledad de su habitación del Plaza Hotel.
Pepe se mantuvo con altibajos en la rotación de los líderes de la Conferencia Este que edificaban sus triunfos alrededor del excepcional Allen Iverson, encumbrado como el jugador más valioso de la temporada. En los primeros días de febrero había registrado su mayor cantidad de minutos en cancha, con 15’ y 11’ en los cruces ante Denver Nuggets y Houston Rockets.
En aquella mañana poco extraordinaria del 22 de febrero de 2001 no había nada en el aire que advirtiera lo que sucedería después. Era un día más hasta que Billy King, el general manager de Philadelphia 76ers, irrumpió en el gimnasio, se acercó a Pepe e interrumpió su entrenamiento.
Los 30 planteles de la NBA se edifican mediante tres vías: el Draft, la contratación de agentes libres y los intercambios entre equipos. El Draft es un evento anual que le permite a las franquicias elegir a los nuevos talentos en el orden inverso a su éxito en la última temporada. Su espíritu es intrínsecamente socialista: los más desfavorecidos tendrán la oportunidad de quedarse con los mejores jugadores de la nueva camada para construir un futuro a su alrededor.
Los agentes libres son aquellos jugadores que no tienen un vínculo contractual con una franquicia. Sin ataduras, la negociación transcurre entre el jugador pretendido y los dirigentes que ansían incorporarlo a sus huestes. El tercer mecanismo es el intercambio entre dos o más franquicias que llegan a un acuerdo para traspasar uno o más jugadores. Esas transacciones pueden concretarse en una ventana temporal que comienza el día de inicio de la temporada y que finaliza en una fecha determinada, casi siempre fijada en un día de febrero, que se conoce popularmente como deadline.
La NBA estableció por primera vez una fecha límite en la temporada de 1947 y desde el 15 de febrero de 1987 recopila oficialmente los traspasos que se han concretado en el último día del mercado. Las redes sociales profundizaron la transformación de la NBA en un producto global y el deadline se convirtió en una fecha ineludible para los fanáticos del deporte que se congregan en la aldea popularmente conocida como Twitter para leer los bombazos que Adrian Wojnarowski, periodista de Yahoo, y Shams Charania, reportero de The Athletic, lanzan antes que las propias cuentas de las franquicias e incluso, a veces, antes de que los propios jugadores lo sepan.
El deadline, en definitiva, es un evento en sí mismo dentro de una temporada de un deporte que supo como ningún otro convertir cada momento importante en una cita multitudinaria. La ansiedad juega su papel en una contrarreloj que simboliza la última oportunidad para pelear por un título, de luchar por un lugar en los Playoffs o de sacarle algún rédito a un jugador que inevitablemente debe ser transferido porque será agente libre a fin de temporada.
Desde 1987 se materializaron 234 traspasos con 571 jugadores involucrados en el último día del mercado. La cantidad de movimientos y la jerarquía de los jugadores ha crecido sostenidamente durante los años: en los últimos circo mercados fueron traspasados tres MVP -Kevin Durant, James Harden y Russell Westbrook- y cuatro número uno del Draft -Markelle Fultz, Andrew Wiggins, Ben Simmons y John Wall-.
Sin embargo, apenas tres jugadores causaron un impacto inmediato en un equipo que se consagraría campeón en esa misma temporada: Rasheed Wallace fue fundamental para apuntalar la defensa de los Detroit Pistons en 2004; Nazr Mohammed se mudó desde Nueva York a San Antonio para blindar la defensa de los Spurs en un traspaso que conmocionó a la ciudad por la partida del querido Malik Rose; y Marc Gasol fue enviado desde Memphis Grizzlies a Toronto para convertirse en la segunda espada de los Raptors de Kawhi Leonard en 2019.
Pepe Sánchez frenó su rutina y se acercó a Billy King, el gerente general con el que había entablado una amistad: "Me desayuné que me involucraban en el intercambio. El GM era bastante amigo, me lo dijo con tacto y buena onda. Un día vas al entrenamiento y de repente te enterás que te tenés que ir de la ciudad, a otro equipo. Es rarísimo y la situación es fuerte. En mi caso era irme de un equipo que quería jugar las finales a uno de los peores equipos, con el peor récord, de la NBA".
El traspaso comprendía a Pepe pero los protagonistas eran otros: "En mi caso era por una cuestión de encajar los salarios, les faltaba llenar un hueco. Él me lo explicó como que era una cosa obvia. Para ellos era obvio, yo no entendía nada y tuve que aprenderlo. Yo decía: ‘¿Qué tengo que ver?’ Y entendí que necesitaba un pedazo de salario y que yo era ese pedazo de salario". Philadelphia, el líder del Este, había decidido enviar a Theo Ratliff, su segundo máximo anotador, junto a Toni Kukoc, Nazr Mohammed y Pepe Sánchez a Atlanta Hawks a cambio de Dikembe Mutombo y Roshown McLeod.
Las horas siguientes fueron demasiado mecánicas. Pepe limpió su locker y recogió sus cosas del vestuario, volvió a casa, hizo las maletas y cerró la puerta, se subió a un avión que lo trasladó a Atlanta, aterrizó en un hotel en el que viviría por al menos treinta días junto a su ídolo y nuevo amigo Toni Kukoc, se vistió con su nuevo equipamiento y se sumó como uno más a una formación que finalizaría con el segundo peor récord del Este con apenas 25 triunfos.
"Fue más fácil porque no tenía familia. Está todo aceitado porque pasa todo el tiempo. Pero salvo a las grandes estrellas, al resto no le dan mucha bola. Llegás, te dicen en qué hotel te tenés que quedar. El entrenador no te está esperando, te sumás al entrenamiento y sos uno más. Tenés que ir buscándote la vida, se asume que te estás buscando la vida. Es un tema tuyo. Es esa condición medio salvaje, de adaptarse o morir. Es la ley de la selva. Y sino viene otro, no pasa nada. En ese momento era muy brutal, muchísimo mas brutal que ahora que la cosa ha cambiado un poco”.
Pionero absoluto del básquet argentino en la NBA, también fue el primero en experimentar un traspaso. Pepe caminaba hacia lo desconocido: se iba enterando de las cosas durante el camino. "Yo no sabía ni lo que era un intercambio. Ahora pasó a ser parte de la cultura, pero no lo era en ese entonces. Estamos hablando de 2001, yo no tenía idea de lo que era la NBA, lo iba descubriendo. No teníamos la información que tenemos hoy, que entra un chico a la NBA y sabe que es un negocio, que sabe lo que es el deadline. Hice una experiencia muy diferente al resto. Internet recién empezaba y no había nada de información. Hasta ese entonces, la NBA era un poster que tenía en una pared".
Sánchez fue uno de los tres argentinos que fueron traspasados sobre el deadline. Pablo Prigioni fue protagonista cuando en 2015 viajó de Nueva York a Houston a cambio del ruso Alexey Shved y dos picks para la segunda ronda del Draft. El tercero fue Juan Pablo Vaulet, o mejor dicho los derechos de Juan Pablo Vaulet, quien nunca llegó a jugar un minuto NBA pero su nombre fue parte de la operación entre cuatro equipos que concluyó con Kevin Durant en Phoenix Suns.
La negociación que involucró a Sánchez fue una de las 28 que Philadelphia concretó en los últimos 36 años. Solo los Houston Rockets, con 31 trades, ejecutaron más transferencias en toda la NBA. Ish Smith, quien actualmente defiende la camiseta de Charlotte Hornets en su 13ra temporada en la liga, tiene el récord con cuatro traspasos sobre el deadline. “La gente cree que los jugadores tenemos el control -declaró Russell Westbrook a ESPN sobre su traspaso en el deadline de 2023- pero definitivamente no es así”.
Con la fecha y hora límite como un enemigo más, los equipos llegan a un acuerdo, llenan los papeles para presentarlos ante la liga, y cada una de las franquicias contacta a los agentes de los respectivos jugadores para comunicarles las novedades. Aunque a veces, más aún en la era de las redes sociales, los jugadores se enteran antes por Twitter.
“No es fácil encajar las piezas -reflexiona Pepe Sánchez a sus 46 años, ya retirado y desde Bahía Blanca en donde construyó uno de los proyectos formativos más interesantes del deporte argentino-. A veces la explicación de hacerlo en esa fecha final, es como cualquier negociación: es más coyuntural, que negociás hasta lo último para aprovechar las ventajas de la negociación, pero tal vez son charlas que llevan meses”.
En la mayoría de las negociaciones, las franquicias involucradas tienen objetivos disímiles. Un contendiente en busca de la pieza que los acerque al título, un equipo hundido que intercambia a una estrella descontenta para impulsar su reconstrucción o un escenario de agotamiento que necesita un cimbronazo para encauzar una temporada decepcionante.
“Es muy raro que dos equipos hagan una transferencia tratando de tener un objetivo parecido. Es parte de la cultura, una cultura que ha encontrado la forma de hacer atractiva la construcción a largo plazo. Es por eso que es tan atractiva la NBA, porque permite ver cómo un equipo se va construyendo. No es un golpe de suerte, ni una mano mágica, es la búsqueda de una construcción que a veces falla y algunos aciertan”.
Cleveland fue el protagonista principal del deadline de 2018: con el objetivo de convencer a LeBron James de extender su vínculo más allá de esa temporada y con la probabilidad de que fuera la última oportunidad de los Cavaliers de pelear por un título, el GM Koby Altman se desprendió de Dwyane Wade, Isaiah Thomas y Derrick Rose para rejuvenecer y tonificar su plantel. La ecuación dio un resultado positivo pero los Cavs fueron barridos por Golden State en las finales y LeBron se marchó a Los Ángeles Lakers. La contracara fueron los Orlando Magic en 2021: un equipo atascado en la medianía, decidió desprenderse de sus dos principales estrellas, Nikola Vucevic y Aaron Gordon, para reconfigurar su plantel.
Más allá del impacto personal de su inesperada transferencia, a Pepe Sánchez le costaba entender los argumentos detrás del movimiento que Philadelphia había consumado. Los Sixers eran protagonistas en el Este y, salvo una lesión de alguna de sus figuras, continuarían por la misma senda hacia una inevitable final de conferencia.
“Un día le pregunté a un asistente. Y me explicaron que para jugar una eventual final de la NBA ante los Lakers necesitaríamos a alguien capaz de marcar a Shaquille O’Neal. Y ahí entendí un montón de cosas. Mi mente era muy básica, pensaba en el ahora. Y ellos estaban pensando en la posibilidad de ganar. La lógica era: si queremos tener una chance real de ganar, tenemos que cambiar aún cuando estamos ganando. Y ahí aprendí ese concepto: muy poca gente se anima a cambiar cuando las cosas van bien. Y cuando van bien, es justamente cuando tenés que hacer los ajustes”.
Con el incombustible Mutombo, cuatro veces elegido como el mejor defensor de la NBA e integrante del Salón de la Fama, Philadelphia continuó con su camino triunfal. En simultáneo, Pepe apenas ingresó en cinco encuentros en Atlanta antes de ser cortado y contratado nuevamente por Philadelphia para el resto de la temporada, una promesa que el GM Billy King le había hecho en la misma mañana en la que le había comunicado su traspaso a los Hawks.
Pepe vivió desde adentro los playoffs, aunque no formó parte del plantel que afrontó la postemporada. Los Sixers despacharon a Indiana Pacers en la primera ronda, le ganaron en siete partidos a Toronto Raptors en las semifinales de conferencia y se consagraron campeones del Este en otra ajustada definición por 4-3 ante Milwaukee Bucks.
En las finales, el antídoto ideado no fue suficiente y Los Ángeles Lakers se impusieron por 4-1: “Pero fue tal cual lo habían pensado. No nos alcanzó pero el ajuste fue correcto. Así y todo, a veces no te alcanza, porque enfrente estaban Shaquille O’Neal y Kobe Bryant. Obviamente no era fácil. Pero si no se hubiera hecho ese trade, no hubiésemos tenido chance: no se si llegabas a la final, y si llegabas a la final, no tenías ninguna chance. Fue un gran aprendizaje”.
Cada movimiento en la liga, pero especialmente aquellos que se concretan durante la electrizante calma del inminente cierre del mercado, cuando todos los integrantes de la liga acarician la tranquilidad que supone la continuidad hasta el fin de la temporada y parecen ajenos a cualquier negociación, genera un impacto en las carreras de los deportistas pero también en sus vidas personales.
El escolta Josh Hart estaba en la cancha, entrando en calor para enfrentar a Golden State Warriors el 8 de febrero de 2023, cuando le informaron que Portland lo iba a enviar a Nueva York. El base Mike Conley, involucrado también en el resonante traspaso de Westbrook, debió alejarse de sus hijos durante varios meses para trasladarse de Utah a Minnesota y vivió durante las siguientes ocho semanas en un cuarto del Four Seasons en Minneapolis: "Es un shock importante al sistema -confesó a ESPN- Como seres humanos, todos nos basamos en una rutina, y uno se acostumbra a estar en los mismos sitios y a ver a sus hijos después del colegio, a pasarlos a buscar, y entonces, de la nada, alguien te llama: 'Escuchame, te vas a 3.000 kilómetros de acá'“.
A Pepe Sánchez volvió a pasarle, aunque esta vez no fue en la agonía del mercado, en agosto de 2003. Estaba con la Selección Argentina y acababa de disputar un encuentro ante Uruguay por el Preolímpico en Puerto Rico. Durante la atención a la prensa posterior al encuentro, un periodista le preguntó sobre su transferencia a Golden State. “Yo no sabía nada. Había estado un año en Detroit, no había jugado casi nada, pero iba a ser el suplente de Chauncey Billups. Dumars, el presidente, me dice que iba a ser el base suplente. Pero viene Larry Brown y decide tener a un base/escolta como Bob Sura. Me enteré ahí y fue más loco aún, porque tenía muchas expectativas y estaba jugando muy bien. Pero así es la NBA. Encontrar el hueco, por ahí la pegás, y te quedás. O no, y tenés que buscarte la vida en Europa”.
Pepe se buscó la vida en Europa después de que Golden State lo cortara. Hizo historia en España, donde vistió las camisetas del Alicante, del Málaga, del Barcelona y del Real Madrid, antes de regresar a la Argentina para liderar a Obras Sanitarias y a Bahía Basket. Hoy cumple la función de presidente y cerebro del conjunto bahiense, donde también se dio el gusto de jugar ante los ojos de su hijo Vicente en una última función forzada por las bajas que sufrió su equipo por el coronavirus.
En su formación como dirigente se evidencian las marcas que dejó su paso por la NBA: “En los primeros años, yo no conocía otra cosa y hacía lo mismo que habían hecho conmigo. Después, en mi evolución personal, cambié radicalmente la forma de trabajar, especialmente con jóvenes, y pasé a tener una visión mucho más holística. Se asume que el dinero es suficiente para que la persona tenga que soportar cualquier cosa. Es un grave error deshumanizar a la persona. La persona deshumanizada, robotizada y desalmada genera mucho menos rendimiento. Vos necesitás sentirte querido, cuidado, que pertenecés a un lugar. Después te pueden transferir, pero el esfuerzo ese por decir que no sos un número, saca lo mejor de cada uno. Hay muchas organizaciones que están cambiando, y que están teniendo una visión más holística e integral de una persona. Los mejores rendimientos muchas veces son en selecciones nacionales. Las declaraciones de los jugadores son ‘yo me siento querido, y por eso tengo mi mejor rendimiento’. Es raro que un jugador diga ‘saqué mi mejor rendimiento porque me pagaron el contrato más alto’. No lo escuchaste nunca y no va a pasar, no lo vas a escuchar”.
Genial. Qué buena historia! Un placer leerla.
Excelente Matías, gracias por volver a escribir