Un espejo del alma
Boca sufría, en inferioridad numérica y contra las cuerdas, pero Edinson Cavani no estaba dispuesto a sumar otra frustración.
Boca está acorralado: Cristian Medina, el cerebro del entramado en construcción de Diego Martínez, acaba de ser expulsado a los treinta minutos y enfrente está Godoy Cruz, con su formación titular pese a haber sellado su clasificación a los cuartos de final de la Copa de la Liga con una fecha de antelación, dispuesto a estropear otra noche en La Bombonera. Daniel Oldrá, el arquitecto de uno de los mejores equipos del campeonato, dispuso su once de gala con una certeza: a ciertos clubes no hay que permitirles la resurrección.
En el aire se fuman los nervios de una noche rumbo al naufragio. Esa tarjeta roja es la antesala de la catástrofe y representa el desenlace más cruel de la ilusión: la tristeza después de la esperanza. Boca había sembrado expectativas renovadas desde su empate contra River en el Monumental. Martínez había edificado en semanas los cimientos de una identidad futbolística que le había devuelto al hincha su fe, que había evangelizado a los escépticos. Pero la infracción del amonestado Medina, la roja al aire del árbitro Leandro Rey Hilfer y el posterior pedido de disculpas del desterrado Xeneize, el mejor en una noche apurada y urgente, se sentían como el inicio de un velatorio.
Sumergidos en los fantasmas de una inminente crisis, en un coliseo nervioso y al borde del colapso, La Bombonera entronizó a su último santo. Cuando todo estaba perdido, Edinson Cavani grabó su nombre en la estampita a la cual aferrarse en la adversidad: irrumpió con una genialidad propia de su jerarquía, del sexto máximo artillero en actividad del mundo, porque el calendario es inexorable pero hay cosas que el paso del tiempo no puede erosionar. Con el empeine, de primera, anuló el efecto de la pelota, se anticipó al segundo pique y con la simpleza del crack facturó el gol de la clasificación.
Fue un gol, por la definición y el contexto, para la historia pero lo mejor del uruguayo vino después: Cavani rescató del olvido las tablas de la ley bosteras y enarboló las banderas del A lo Boca. El número diez, el uruguayo que hasta su desembarco en La Ribera no había tenido absolutamente ningún vínculo con la genética azul y oro, se plantó con el corazón en la mano y dijo: esto es Boca, así lucha Boca, así gana Boca.
Con 37 años, uno de los mejores delanteros de la historia se arremangó una noche lluviosa de martes en La Boca para sellar 78 minutos que podrían enfrascarse como la síntesis del secreto de la identidad Xeneize. Esa es otra de las virtudes que Cavani mantuvo como una constante durante toda su carrera, desde aquel que en la Copa Mundial de 2010 aceptó su función como mediocampista para convivir con Luis Suárez y Diego Forlán en la Celeste del Maestro Tabárez.
Cavani fue el héroe goleador, su traje habitual, y también el símbolo de la resistencia: multiplicó sus esfuerzos, fuera de su posición habitual como centro delantero, para aguantar la ventaja en inferioridad numérica. El Matador fue mediocampista por derecha, lateral izquierdo, volante central. Todoterreno, además clarificó y oxigenó cada ataque para sortear la asfixia tombina. Fue una noche conmovedora del hombre que mejor interpretó la esencia de la camiseta que representa. La onda expansiva de su entrega contagió a sus compañeros y a una hinchada que apuntaló la batalla desde la trinchera.
Son las horas más alegres de Cavani desde su aterrizaje en Brandsen. Al sacrifico de sus días bajo la tutela de Miguel Almirón como entrenador le sumó su recuperado rol como goleador. En la estructura del finalista de la Libertadores que sucumbió ante Fluminense en el Maracaná se veía forzado a involucrarse constantemente en el retroceso para ocupar espacios y desbaratar la dinámica rival. Pero Martínez reconstruyó su filosofía con sociedades por detrás de los dos puntas para acercar a Cavani a su zona de mayor influencia y deslindarlo de responsabilidades para entregarle libertades creativas, donde se luce con su creatividad, sus controles y su panorama.
El hat-trick frente a Belgrano fue su renacimiento goleador, el único déficit desde su debut ante Nacional por los octavos de la Libertadores en agosto de 2023. Porque antes del Cavani goleador que aportó seis tantos para clasificar a los cuartos de final apareció el Cavani referente, el Cavani modelo que desde el ejemplo bajó nuevos lineamientos para los jóvenes de Boca Predio. Y el Cavani solidario, la estrella al servicio del equipo, que siempre fue su sello distintivo en la constelación.
Alrededor de este Cavani renació también el Boca de la épica, el de las hazañas, el del combate ante la adversidad, el Boca capaz de rubricar una clasificación impensada con diez jugadores durante sesenta minutos ante el puntero de su zona que había alineado a todos sus titulares para estropear su resurrección.